Nino Rota, Gustav Mahler y Luchino Visconti en la isla napolitana de Zeus
5 Abr, 2011 | Por Ramón Tijeras | Seccion: ArtesTengo un amigo que se vuelve loco con Nápoles. Tanto, que ni él ni su familia se hallan en Madrid. Para su consuelo, el Museo del Prado se ocupa estos días de la figura de Luca Giordano, el pintor de frescos y tablas que dejó en España una buena muestra de su producción y cuya pista mi amigo sigue con devoción.
Y estos días me he acordado de él porque en el Auditorio Nacional pude escuchar la magnífica música del napolitano Nino Rota. En concreto, la banda sonora de Il gattopardo (El gatopardo), la película que Luchino Visconti filmó a partir de las memorias del Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). Rota escribió partituras memorables para películas no menos importantes como La Strada, La dolce vita, Ocho y medio, Satyricon, Casanova y Amarcord, de Federico Fellini. Las imágenes de estas películas van indisolublemente asociadas a las músicas de Nino Rota. Il gattopardo fue una de las cuatro películas en las que el músico italiano, que llegó a ser director del conservatorio de Napoles, trabajó con Luchino Visconti. Los expertos dicen que se trata de su obra maestra. Y en efecto, esa música contribuyó a reproducir ese ambiente de decadencia que se respiraba durante la unificación italiana, con un Burt Lancaster metido en el papel de don Fabrizzio, que en el refugio de una casa de campo ve cómo se derrumba su clase social y todo su mundo aristocrático.
Rota compuso una partitura elegante, digna de una buena orquesta, con un tono clásico próximo a la ópera y lejos de ese estilo más populista que le dio tanta fama en las películas de Fellini. Recordemos que también es el autor de la partitura de la trilogía de El padrino, de Francis Ford Coppola, y de la sobresaliente Guerra y paz que rodó King Vidor. En todas ellas la música creó atmósferas y universos particulares.
Sin embargo, en el Auditorio tuvimos ocasión de comprobar cómo entre el cine, la música y la literatura existen caminos de ida y vuelta que cada uno interpreta a su manera. El mismo programa que abrió con Nino Rota concluyó con la Quinta Sinfonía de Mahler, cuyo cuarto movimiento, su famoso Adagietto, sirvió también a Luchino Visconti para ambientar la célebre escena con la que termina Muerte en Venecia, basada en la novela de Thomas Mann.
Se dan al menos dos circunstancias curiosas en este caso. Al parecer, Thomas Mann siguió con inusitado interés el estado de salud de Gustav Mahler, que padecía de fiebres reumáticas y de un trastorno bipolar que seguramente influyó en el resultado de su obra. Mann le tenía tanta admiración que concibió el personaje de Gustav en Muerte en Venecia como homenaje al compositor. En el libro original Gustav es escritor, mientras en el cine Visconti lo convierte en músico, con la sinfonía nº 5 de Mahler sonando de fondo a lo largo de todo el filme hasta que el Adagietto subraya el trágico final de Gustav y de la película en la célebre escena de la playa con el tinte recorriendo la cara del músico sentado en la hamaca, ya moribundo.
La amargura de esa imagen impregna el recuerdo de cualquiera que escuche esa música memorable. Sin embargo, la biografía de Mahler y el Adagietto están marcados de forma indeleble con un sentido diferente. Cuando Mahler escribía esa partitura en el verano de 1901, acababa de conocer a su futura mujer, Alma Mahler, 21 años más joven que él, a quien dedicó el famoso Adagietto como «regalo de compromiso», según el testimonio del músico Willem Mengelberg, que el estudioso La Grange investigó detenidamente.
De modo que esa música maravillosa para arpa y cuerdas que es el Adagietto, trágico en la obra de Visconti, era un realidad un canto de felicidad amorosa que Mahler concibió como fruto del idilio que acababa de iniciar.
¿Con qué nos quedamos entonces? ¿Con las músicas alegres y casi festivas que inspiran las notas que Nino Rota escribió para Il gattopardo, aunque estuvieran destinadas a ilustrar el universo decadente que pintan Lampedusa y Visconti? ¿Con el tono trágico de la última escena de Muerte en Venecia o con el suave romaticismo del regalo que recibió Alma de Mahler?
El ciclo que este año centra el programa de conciertos de la Orquesta Nacional de España en el Auditorio Nacional, dedicado a músicas de cine, tiene estos matices que merece la pena disfrutar. Menos mal que mi amigo se va este fin de semana a Nápoles, para recordar a su Luca Giordano del alma y para recorrer las calles que conocieron Nino Rota, Sophia Loren o Marcelo Mastroianni, antes de contemplar el golfo que acoge la isla de Isquia, donde Zeus aprisionó a Tifón, y Luchino Visconti se instaló para disfrutar de su antigua morada en la villa de la Colombaia.