Rato confirma los pronósticos de quiebra de Bankia

17 May, 2012 | Por | Seccion: Actualidad, Artículos destacados

Tal y como avanzamos hace meses, Rodrigo Rato ha tenido que dejar Bankia después de protagonizar una de las carreras financieras más intensas, cortas y con menos conocimientos, a pesar de la fama que le precedía como buen gestor, que se recuerdan. Su exitoso paso por el ministerio de Economía bajo el mandato de Aznar sólo se explica por la coincidencia entonces de un ciclo favorable, porque después, su fugaz estancia en el FMI (Fondo Monetario Internacional) y Bankia, han sido verdaderos despropósitos.

Su gestión al frente del FMI es desconocida. En realidad nadie ha explicado por qué salió corriendo de allí. En cambio, los errores que ha cometido en Bankia los han explicado bien varios compañeros periodistas, entre ellos, Iñigo Barrón en El País, que cuenta con detalle cómo se ha producido la caída del coloso que Rato trató de convertir en su buque insignia antes de un posible regreso a la política.

La historia de su declive, sin embargo, se remonta al año 2003, cuando perdió su batalla más crucial por la sucesión de Aznar al frente del Gobierno y del PP. Alguien anotaba en sus comentarios a este blog que no se explicaba cómo es que la noticia de la quiebra de dos bancos por parte de familiares directos de Rato –su padre y su hermano–, publicada en Aviso a Navegantes en marzo de 2011, no se había difundido en la prensa con anterioridad. Y la explicación está en esa fecha fatídica de 2003, hace ya nueve años.

En mi libro LOS RATO (1795-2002) ya se daba noticia de esa historia y del intento de crear otros dos bancos en el extranjero –Ginebra y Amberes– por parte de los Rato, sacando dinero en maletas fuera de España sin permiso del superivisor bancario. También se contaba cómo los dos acabaron en la cárcel y cómo fueron indultados en 1975 junto a antiguos etarras y malechores de toda especie.

El libro en cuestión se publicó en febrero de 2003. Se lo propuse a Plaza & Janés un años antes de la fecha prevista para la guerra por la sucesión de Aznar. La idea era preparar una biografía sobre la historia financiera de una de las familias más activas en el ámbito económico durante los últimos dos siglos. Los Rato habían pasado por Cuba, por la alcaldía de Madrid y por otros muchos lugares de interés que se relatan en el libro. Todo apuntaba entonces a que Rato sería el sucesor de Aznar. El libro estaba ya entregado cuando en diciembre de 2010 o enero de 2003, no recuerdo bien, el propio Rodrigo se postuló como candidato a presidente durante una entrevista con Iñaki Gabilondo en la Ser. Al hablar con la editorial pensamos que el entonces vicepresidente de Aznar nos lo había puesto a huevo. El libro estaba previsto que saliera en marzo de 2003, pero esa entrevista hizo que se adelantara un mes. Trabajar con más de un año de antelación con la idea de que Rato podía ser el sucesor de Aznar tenía sus riesgos. Y, de hecho, al adelantar la publicación del libro para que coincidiera con el debate de la sucesión provocó toda una catarata de acontecimientos que acabaron con el silencio del libro en la prensa, las librerías y el ambiente político en general.

Los responsables de la editorial me informaban puntualmente cada vez que tenían noticia de las reuniones de Rodrigo Rato con César Alierta, presidente de Telefónica, para retirar el libro cuanto antes de las librerías, ya que Logista, la empresa distribuidora, es propiedad de Telefónica.

El libro, lógicamente, puso muy nervioso a Rato porque contaba detalles que habían permanecido ocultos en un expediente en las cavernas de la Administración General del Estado. Los detalles de la investigación eran de película. La policía llegó a tener en su poder hasta los billetes de Renfe que utilizaron los implicados en la trama de evasión de divisas de los Rato. Conocían detalles sobre encuentros en estadios de fútbol para intercambiar dinero en maletas durante la celebración, por ejemplo, de una final de la Copa de Europa del Real Madrid en Bruselas, etc.

Paralelamente, periodistas más amables hacia la figura de Rato, como Amador G. Ayora, entonces en La Razón y hoy en El Economista, publicaron perfiles que ocultaban, no sabemos si deliberadamente, el rostro más sombrío de la familia.

Al aparecer mi libro se pusieron en contacto conmigo responsables del Psoe interesados en conocer más detalles y hasta en montar un equipo de investigación que manejara mis datos junto a los suyos, para dar al traste con la candidatura de Rato. Nunca me reuní con ellos, entre otras cosas porque me iba de vacaciones a la playa y porque, un día o dos después, Aznar anunció que que el candidato a sucederle en la Moncloa y en el partido sería Mariano Rajoy.

El libro, pues, debió cumplir una función entonces, que fue la de cuestionar la figura de Rato como candidato a la Presidencia del Gobierno. No parecía conveniente exponer a dicho candidato a los duros rapapolvos que se le iban a venir encima si se empezaban a airear los negocios de su hermano en la ampliación de la Castellana de Madrid, o las relaciones de amistad y simpatía de Ramón Rato, padre de Rodrigo Rato, con el régimen nazi, o los numerosos intereses finacieros que mantuvo el ex ministro de Economía cuando ejercía sus funciones en el Gopbierno de Aznar, sin declararnos en el registro de actividades del Congreso, algo que ahora se mira con lupa.

Finalmente, la elección de Rajoy, sin carisma ni sangre en la venas, la guerra de Irak y los sucesos del 11 – M sorprendieron a todo el mundo con la victoria del Psoe en las elecciones generales de 2004. El futuro de Rato estaba en el aire y surgió la salida del FMI, que Zapatero apoyó seguramente para alejarlo de la escena española.

Posteriormente, el regreso de Rato al foro madrileño durante la lucha de Esperanza Aguirre por sentar a Ignacio González en el consejo de Cajamadrid, dio con sus huesos en la presidencia de la entidad. Rato debió creer que era un buen trampolín para sustituir a Rajoy en algún momento si éste caía por los efectos de la crisis. Al mismo tiempo, en su fuero íntimo, no cabe duda de que estaba la idea de limpiar el nombre de la familia como nefastos gestores bancarios. Pero ni lo uno ni lo otro le ha salido bien a Rato, que ahora ha tenido que bajarse del tren bancario en marcha después de tomar varias de las decisiones más desastrosas que se conocen en el ámbito financiero español y europeo.

Su fama de buen gestor ha quedado tocada del ala y hasta puede provocar la desaparición del euro. Todo ello sin renunciar a las indemnizaciones y al tren de vida que se ha granjeado durante todos estos años en medio de la crisis y del cabreo de los indignados.

En los próximos días contaremos cómo se han pergeñado en España las relaciones entre quienes gobiernan hoy al frente del PP y la monarquía para consolidar una élite de poder que nunca pierde y que en los últimos años ha tomado el control de bancos y grandes empresas para acabar con la gestión de los servicios públicos, al estilo de los radicales y peligrosos postulados de Milton Freedman, el genio que descubrió la manera de crear el pánico para que los de siempre se queden con todo.

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